
Como viene siendo costumbre las noches de luna llena la gente, la turba, el vulgo ponderado, pierde la cabeza.
Yo, en cambio, me mantengo intacta dentro de los márgenes del raciocinio y consigo esquivar sus embates de locura aunque, a veces, me den de lleno.
Este fin de semana han sido para bien.
Para los que me conozcáis y los que no, se me puede definir como el prototipo de la eterna soltera. Sí, la amiga constante a las que las otras amigas pueden llamar cuando sus novios les han puesto los cuernos o cuando ellas se los han puesto a sus novios y viceversa. O simplemente, la amiga a la que se llama para llorar por teléfono en los momentos de crisis. El paño de lágrimas que hace mucho tiempo dejó de perder la calma porque alguien no la quisiera.
Yo, en cambio, me mantengo intacta dentro de los márgenes del raciocinio y consigo esquivar sus embates de locura aunque, a veces, me den de lleno.
Este fin de semana han sido para bien.
Para los que me conozcáis y los que no, se me puede definir como el prototipo de la eterna soltera. Sí, la amiga constante a las que las otras amigas pueden llamar cuando sus novios les han puesto los cuernos o cuando ellas se los han puesto a sus novios y viceversa. O simplemente, la amiga a la que se llama para llorar por teléfono en los momentos de crisis. El paño de lágrimas que hace mucho tiempo dejó de perder la calma porque alguien no la quisiera.
Muchos convendréis en que esta acción constante se merece un puesto en el santoral católico. También lo creo. Pero no es necesario esperar a mi muerte para recibir semejante honor. La luna llena y la histeria colectiva aceleran el proceso. Es por ello, que mis amigas me invitan a comer supliendo el hueco del amado o me hacen beneficiaria del viaje romántico que habían planeado con el susodicho y todo a portes pagados. Como soy la que escucha y la que está disponible, lo que no quieren los otros me lo dan a mí.
Porque el amor caduca, pero el dinero no te lo devuelven.